Dotados de libre albedrío, los seres humanos nos enfrentamos todos los días a la necesidad de elegir, de escoger entre dos o más posibles caminos.
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Cuando se opta por uno, entonces viene la duda, la incertidumbre de la probabilidad. Es ahí cuando se materializa la fatal pregunta: "¿Qué hubiera pasado si...?"
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Implacable, la vida nunca da marcha atrás, a pesar de nuestros sueños pueriles por querer viajar en el pasado para arreglar todo aquello que hayamos hecho mal. Imposible.
La línea del tiempo es despiadada: el pasado siempre se queda arrumbado en un rincón de la memoria.
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Como todo mundo sabe, la eternidad no tiene fecha de caducidad. Por lo tanto, especular sobre las alternativas se convierte en un juego esquizoide, que nos desgaja, pero al mismo tiempo nos redime ante nosotros mismos. Nos hace pensar que podemos hacer mejor las cosas en el futuro inmediato... aunque la experiencia se empeña en demostrar lo contrario.
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Ante el dilema de la elección, sólo nos queda la esperanza de que hacemos lo mejor que podemos, y que eso será suficiente para no arrepentirnos de nuestras acciones.
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Tal vez si. Quizás no.
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leído en complot hace tiempo, comprendido hace poco...
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