Había sido un cierre de 2009 rebuscado.
Volver de una ciudad como Barcelona e intentar rehacer una vida con dos tres
triques, sin fin de preguntas sin respuesta, alto nivel de vulnerabilidad,
sobredosis de ansias futuristas y el fantasma de un ex atormentado rondando los
rincones de mi ya de por si aturdida mente, me llevaron a la catástrofe total. Deseaba
desesperadamente que terminara el 2009, quería dejar atrás la confusión y
disipar las dudas; quería volver a creer en mi, creer en la gente. Ansiaba furiosamente
comenzar un 2010 decidida, completa y abierta a que me pasaran cosas.
Así, abrí los ojos al PRIMER LUNES
DEL 2010. Desayuné un cereal espolvoreado con fé y trocitos de esperanza, lavé los
platos que estaban sucios de desesperación, me sacudí la decidia y guardé en
una cajita bajo llave el miedo a recomenzar. Me encontraba en una casa nueva, con
compañeros nuevos, con otra oportunidad para empezar desde cero a vivir la
vida que quisiera; había logrado hacer a un lado todo lo que me había estado
consumiendo y ahí estaba yo… lista.
Me paré frente al espejo, le sonreí a mi
reflejo y me convencí que al salir a la calle me toparía de vuelta con el
reflejo sonriente de un mundo cautivo en espera por mi. Me puse mi boina a cuadros
grises y me dirigí al encuentro con mi futuro. No sabía que la vida tenía
deparado para mi un largo viaje de días y noches continuas de lecciones a través
del amor.
Esa mañana mi energía era
diferente, me sentía diferente. Ese lunes porté mi bandera: ESTOY LISTA PARA RECOMENZAR
y entonces fue cuando la vida decidió que ya era momento de regalarme la
oportunidad de toparme frente a frente con él. Recuerdo perfectamente la
escena: sentados en 2 sillones que se encontraban en una esquina del café;
recuerdo su ropa, su peinado, sus gestos, su manera de sentarse, recuerdo que
me fascinó su voz desde el primer instante en que lo escuché. Se también que
ese día le brillaron los ojos y el alma cuando supo que también yo era
diseñadora -y otras cosas más-. Me mostró su portafolio, me compartió sus proyectos, me habló de
Gui Bonsiepe, habló y habló y yo me limité a escucharlo y a admirar la pasión que
le brota por los poros cada vez que habla de diseño –y de muchas otras cosas
más-. Lo admiré desde el inicio. Nuestra plática fue breve, el tenía que volver al DF, yo tenía que trabajar,
pero sabía que esa no sería la última vez que Rafael iba a cruzarse por mi
camino.
Y así fue, mensajes, llamadas,
libros, tés, cortinas rosas, mudanzas, visitas, maestria, trabajos, comidas, cenas y
muchos besos después, ya se había convertido en parte de mi día, en esencia de
mi vida.
Ese lunes 4 de enero de 2009
recibí del cielo el regalo de conocerlo. Han pasado 4 años, 4 largos e intensos
años, de subir y bajar, de mucho amor pero también de mucho sacrificio, de esperanza y fé ciega; de noches de desesperación
pero también de días luminosos de paseo por las calles tomados de la mano. De
llanto inexplicable pero también de besos inesperados en medio de la noche. 4 años en los que el amor que nos teníamos – y
que aún nos tenemos - nos mantuvo unidos,
porque a pesar de todo no queríamos salir, uno de la vida del otro.
Hoy después de 4 años, el está
conmigo, lo he guardado bien, aquí en lo más profundo de mi corazón. Me lo llevo para siempre porque no quiero que salga de mi vida, porque lo quiero como parte
de mi vida.
Existen mil y un cosas que hubiera
podido hacer diferente, hay mil y un situaciones que pude haber evitado y otras
tantas que pude haber mejorado; hay mil y un pruebas contundentes para estar juntos, pero también hay mil y un lecciones que necesitábamos vivir de la mano para hoy tomar decisiones de vida. Hay días en que pierdo la cordura pero luego recuerdo que “allá arriba” alguien con ojos de amor nos mira
sonriendo porque el ya ha decidido nuestro camino; entonces cierro mis ojos,
respiro y tan sólo agradezco nuevamente por el gran
regalo de su presencia en mi vida. PIDO SERENIDAD, DEBO SER PACIENTE; vuelvo a leer la oración que el mismo Rafael me regaló y entonces con todo el amor que le tengo, sólo me queda hacer una sola cosa, por el, por mí, por los dos: CONFIAR.
Gracias Rafael. El 4 de enero de hace 4 años
llegaste a mi vida.
Gracias,
Gracias,
Gracias.