Este texto es para esos 2 hombres que me regalaron durante este último año, grandes e innumerables lecciones... de corazón.
Los órganos de nuestro cuerpo, son esas máquinas vivientes encargadas de mantenernos vivos y funcionando correctamente; y si los cuidamos como se merecen nos recompensarán con un cuerpo sano y un desempeño maravilloso.
Los Pulmones limpian la sangre cargada de dióxido de carbono y se cargan nuevamente de oxígeno.
Los riñones filtran la sangre y ayudan a la eliminación de los desechos presentes en ella.
El hígado transforma sustancias perjudiciales para el organismo en otras inofensivas. Fabrica la bilis, imprescindible en la realización de la digestión; transforma parte de los alimentos en hidratos de carbono y fabrica proteínas.
El bazo filtra la sangre y elimina de ella los glóbulos rojos defectuosos. Es también el encargado de producir anticuerpos que ayuden a defenderse de las infecciones.
Pero de absolutamente todos los órganos hay uno: del que depende la existencia y el sentido de los otros; el más fuerte y a la vez el más vulnerable, el más sensible y el más resistente; el más delicado y el que tiene mayor capacidad para regenerarse; el más maravilloso y el más difícil de entender.
El corazón.
Máquina asombrosa que bombea en tan sólo 20 segundos, 7,500 litros de sangre a cada célula de nuestro cuerpo. Tiene -en el mundo terrenal- el tamaño de un puño y medio, pero en realidades paralelas, -en mundos siderales- este puede crecer hasta alcanzar, incluso, el tamaño de nuestros propios sueños.
Cada latido del corazón lleva consigo una secuencia de eventos, emociones, sensaciones, decisiones, lecciones, aprendizajes y pasiones, que en conjunto forman el ciclo cardíaco; un ciclo de despertares brillantes, renovaciones fuertes, atardeceres serenos, crecimientos consientes, palpitaciones intensas. El ciclo cardíaco hace que nuestro corazón alterne entre una contracción y una relajación aproximadamente 72 veces por minuto; pero los ciclos de la vida nos hacen vivir en un intenso, constante, imparable y agotador “contraer y relajar” sin importar segundos, minutos, horas, días o noches.
Todos los órganos son vitales, de su correcto funcionamiento y del cuidado que les demos cada día de nuestra existencia depende el rendimientos físico, el desempeño diario, la salud de nuestra materia; pero ¿de que nos sirve un cuerpo lleno de órganos en perfecto estado, si no tenemos un corazón desbordante de emociones, libre, abierto, entregado, lleno de luz?, ¿De que nos sirve un cuerpo fuerte con un corazón débil, apagado y vacío?¿Para que dejar de fumar, comer sanamente y hacer ejercicio si no tenemos la capacidad de entregarnos a vivir al 100% todas las pequeñas aventuras y grandes travesías de nuestro diario acontecer? ¿Por qué no ejercitar además de nuestro cuerpo, nuestro corazón para así sentirnos libres, felices, plenos, vivos, latentes, conectados con el exterior, con la vida, con la maravillosa inmensidad del universo?
……
Ella no fuma, sus pulmones están sanos dentro de lo que cabe. Le gusta la cerveza, la sangría y la piña colada pero cuida no llegar a estados inconvenientes, por lo que su hígado está decentemente bien conservado. Ha tenido algunas infecciones pero gracias a Dios nunca ha padecido piedras en los riñones. Le encanta el starbucks, la pizza en todas sus variantes y muchas pendejadas artificiales, pero también le gusta la avena, trata de comer sanamente aún cuando no puede hacerlo en casa, toma mucha agua, come frutitas y también ensaladitas.
Ella ha tratado de cuidar su cuerpo pero es hasta ahora que descubre que había subestimado el gran poder de su corazón. No se había dado el tiempo para conocerlo a fondo; había dejado de creer en su fortaleza, su entrega y su capacidad de regeneración. Hoy esa mujer, reacciona asombrada porque cuenta con un corazón que no se conforma con medir puño y medio, sino que tiene la capacidad de reclamarle más espacio a costillas, torax y pulmones para lograr su anhelada expansión, aunque duela; un corazón envalentonado que se lanza al vacío aún sabiendo que no habrá caída, sino un camino constante y sin fin, lleno de obstáculos. Es un corazón que en este último año de lecciones de determinación y empuje ha logrado su propia regeneración. Un órgano vital que se ha quebrantado en pedazos minúsculos, pero que ha tomado la decisión de reconstruirse tomando cada pieza como elemento fundamental del rompecabezas que conforma lo mejor de su existir.
Es ahora cuando ella comprende que su corazón tiene el suficiente coraje para dejarse llevar, para fluir, para confiar y que no le importa entregarse hasta llegar a los límites del desgarre porque sabe - y tiene fé- en que cuando el dolor se transforma en alegría serena, entonces, se logra renacer más fuerte, más grande, más lleno, más desbordante y –lo más importante- más listo para abrirse y volverse a entregar.
Su órgano vital, ha dejado de ser un órgano más de la lista, para convertirse en un ser absolutamente vivo y totalmente consciente de que el tomar decisiones es ese proceso doloroso –y disfrutable como caramelo agridulce- que nos mantiene a bordo de la imparable rueda de la fortuna del porvenir de nuestras vidas; pero también sabe que en “ese” momento, cuando llegamos finalmente a lo más alto del trayecto obtendremos como regalo el poder experimentar con todos los sentidos, deliciosos momentos con sabor a libertad.
…
Los seres humanos acostumbramos ponerle empeño a la alimentación y al ejercicio; hagámoslo también con ese órgano vital que con una palpitación constante determina nuestro paso por esta vida terrenal. Digamos un “te quiero” más seguido, sorprendamos con una llamada inesperada, agradezcamos una amistad sincera, valoremos a las personas que conforman nuestro “equipo” en la liga de la vida, recordemos a los que se nos han adelantado en el camino; brinquemos como niños, derrochemos dulces en forma de sonrisas, bailemos bajo la lluvia, eliminemos prejuicios, admiremos el vuelo del colibrí, cantemos cada mañana al despertar, bailemos aun cuando no haya música de fondo, observemos con calma el cambio gradual del color del cielo, volemos sin despegar los pies del suelo, amemos las pequeños regalos de la naturaleza, mantengamos siempre la maravillosa capacidad de asombrarnos con las más grandes pequeñeces de la vida, amemos sin medida, veamos más allá de lo visible.
Agradezcámosle a ese órgano maravilloso el permitirnos despertar cada día, el hacernos sentir palpitaciones intensas en el pecho; agradezcámosle el ser motivo, razón, justificación y circunstancia; por ser ese motor que incansable día y noche, bombea a todo nuestro cuerpo, 7,500 litros de combustible vital que llena todo nuestro ser de anhelos de seguir viviendo, de seguir soñando, de seguir luchando, de seguir creyendo en imposibles.
Vivamos totalmente conscientes de estar vivos; bailemos y cantemos mientras recorremos el camino hacia el final del arco iris. Disfrutemos el contar con un cuerpo asombroso dotado de maquinarias vivientes, pero exprimamos con gozo hasta la última gota de la única e irrepetible oportunidad de contar con un corazón fuerte que nos recuerda con cada palpitar que estamos vivos, conscientes y diseñados para amar.
Nuestro cuerpo con todos sus órganos vitales es nuestro instrumento de vida, pero el corazón, es el combustible del sentir. Cuidémoslo, valorémoslo, abrámoslo sin límites, entreguémoslo sin dudar y escúchemoslo con valentía.
Nuestro corazón es libre, tengamos el coraje para seguirlo.
Un aplauso para ti, corazón !