La punta no podría estar más afilada, es incluso, un arma aguda y punzo cortante. Nunca hubiera imaginado que tener entre los dedos de las manos un artefacto tan común y cotidiano pudiera convertirse en una sensación tan explosiva de placer. El sentir al grafito rozando suave, pero decididamente, la pureza fácilmente alterable del blanco de las hojas contenidas debajo de la pasta dura del “libro de nuestra existencia” se vuelve tentación a la que se tiene que ceder.
La punta de grafito ha hecho el primer contacto con el algodón del papel, la muñeca hace el movimiento inicial y es entonces cuando mis sentidos estallan: VEO, el fino polvo que surge de la punta afilada de grafito, SIENTO como mi muñeca toma consciencia y vida propia, HUELO la limpieza de los trazos, PRUEBO la dulzura de la libertad creativa y ESCUCHO como la fricción de los materiales se convierte inesperadamente en la primera nota de un valz sigiloso; la danza acaba de comenzar, es un baile al ritmo de la imaginación del dibujante.
EL TRAZO HA COMENZADO. Y una vez que lo ha hecho, el grafito no se despegará del lienzo; no se lo puede permitir, no lo hará. No hasta que -después del constante movimiento de la muñeca, después de trazar una curva casi perfecta- se comience a aproximar milimétricamente al punto de partida; ese punto donde inicio y fin se funden en uno mismo, ese momento cuando no se llega al fin, sino que se encuentra “el origen del trazo de los círculos”.
Es sólo entonces, cuando el grafito sabe que su trabajo ha terminado; es cuando, aquella punta afilada ahora convertida en chata insinuación, deja ir esa circunferencia ahora clausurada. Es el momento de dar vuelta a la página, afilar de nuevo la punta, encontrarnos con nuevos e ilimitados espacios en blanco y comenzar a invadirlos libremente con secuencias de círculos nuevos, frescos, limpios, simples…
Cada página en blanco de “nuestro libro” es la oportunidad de trazar círculos tan grandes o tan pequeños como se nos antoje y tan repetidos, aislados, sobrepuestos, marcados, sutiles, dulces, asesinos, amenazantes, desafiantes como seamos capaces de enfrentarlos… y de cerrarlos.
Cada una de las páginas de "mi libro" presenta un gran espectro de figuras geométricas, pero de entre todas, el círculo me genera preguntas adictivas ¿Somos capaces de recordar cual fue ese primer punto con el que se originó el trazo, para con esto, lograr encontrar el final y por lo tanto, saber cual es el momento preciso para levantar el lápiz y dejar ir?
A veces lo dudo.
Quizá porque se ha vivido tanto tiempo-personas-lugares-momentos-lecciones-golpes-satisfacciones dentro del mismo círculo, que es posible perder la consciencia de las vueltas que se han dado sobre el mismo eje sin llegar a ningún lugar. De pronto, no podemos ver con claridad el punto de partida y por ende, tampoco el fin; nos hemos vuelto tan ciegos dentro de la enredadera de nuestros propios trazos que nos es imposible hacer que ese círculo se cierre, porque para encontrar el final debemos comenzar por buscar el origen… y encontrarlo puede resultar una tarea nada fácil.
No lo es cuando gozamos del sonido indescriptible del grafito al ser deslizado sobre el papel; lo es menos cuando hemos estado tanto tiempo dentro de ese circulo, y menos aun cuando dentro de ese circulo que estamos apunto de cerrar, debemos poner bajo llave un cúmulo de vivencias acompañadas de personas que a partir de ese momento se convertirán en “páginas pasadas”.
10 años he pasado trazando diferentes tipos de círculos en ésta página, a su vez encapsulados dentro de una misma circunferencia. 10 años, con todos sus momentos, lugares, personas, situaciones, lecciones, madrazos, aprendizajes y recompensas que finalmente deben ser agrupados en ese gran círculo que será archivado en una de "mis páginas" dedicadas para "círculos pasados".
De pronto, diseñando, diseñando y diseñando… conociendo, experimentando y arriesgando…. comprendiendo, superando y olvidando… cuestionando, respondiendo y aprendiendo… perdiendo, buscando y encontrando… comprendo que el origen y por lo tanto el final, está más cerca de lo que llegué a imaginar. Lo tengo frente a frente y los últimos milímetros de mi trazo circular están dándome golpes indoloros en el corazón, palmaditas en la espalda y cachetadas de realidades que me hacen bajar un poco el paso para disfrutar una retrospectiva intensa, un espectáculo de fotografías a todo color de mis recuerdos favoritos; para disfrutar con ojos y corazón abierto lo que queda de este paisaje. El final convertido en origen me susurra palabras alentadoras al oído para que siga y siga sin parar hasta llegar a mi destino final. El momento de “encontrar el origen del trazo de este circulo” está aquí.
Ahora, estando totalmente consciente y alerta, sólo tengo una tarea. Debo “empacar”, debo “mudarme”, debo cerrar algunos círculos que habían permanecido abiertos y debo olvidar algunos otros que quedaron entreabiertos, para enfrentarme con coraje y sin dudar a esos últimos milímetros del trazo de mi gran círculo actual.
Es momento de darle más libertad a mi muñeca, de confiar en el movimiento de mi mano y de separar el lápiz de este maravilloso lienzo, adornado por iglesias y volcanes, que me ha hecho pintar durante 10 años, paisajes de colores, cielos color púrpura, arco iris en la noche y estrellas en la piel…
es momento de dar vuelta a la página y afilar nuevamente la punta de grafito...
es momento para tomar entre las manos, con rabia indescriptible y pasión inigualable, nuevos lienzos ansiosos de ser llenados con nuevos trazos circulares...
es momento de escuchar el último sonido del grafito acariciando suavemente la textura de esta página…
el momento ha llegado…
es momento de partir.
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