jueves, 13 de agosto de 2009

Viajes en avión

En mi mente habían existido 2 grandes ideas que creía sólo pasaban en las películas cuando de hablar de viajes por avión se trata.

El primer gran deseo, es el tomar nuestro asiento y esperar con ilusión a que como por arte de magia apareciera nuestro príncipe azul que llegara a sentarse a nuestro lado, la persona maravillosa que nos arrebate la respiración, con quien podamos crear maravillosas historias de amor y de quien nos enamoremos perdidamente por el resto de nuestros días. ¿A quién no le gustaría conocer al amor de su vida, en un vuelo intercontinental de más de 10 horas? Totalmente de película.

El segundo deseo es el llegar a nuestro modesto asiento de clase turista, disponernos con resignación a soportar 11 horas de vuelo con dolor de espalda, incomodidad, estrechez en el espacio mientras escuchamos berridos de niños y bebés cercanos y entonces desear con todas nuestras fuerzas que un milagro sucediera y ser cambiados a primera clase para hacer menos fastidiantes las 11 horas de vuelo en soledad. Vendríamos tan cómodos, tan relajados, con espacio para estirarse sin necesidad de chocar con el asiento de enfrente, con esos asientos con 30 posiciones para ajustarse mejor, con masaje incluido, monitor personal, catálogo de películas, catálogo de vinos y licores, Menú gourmet. AHHH que lindo sería viajar así.


Mi vida siempre he creído, tiene tintes cinematográficos. Algunos son muy dramáticos, otros más de terror, los hay de comedia y por supuesto también hay historias de amor.

Para mis los vuelos se han vuelto comprobación de que, lo que vemos en películas también pasa en la realidad. Digamos que después de 2 vuelos importantes siento que tengo una extraña conexión con los momentos en que me encuentro en las alturas. Insisto, en otra vida debí de haber sido algún animalillo volador.

El primer vuelo que me marcó para el resto de mis días fue aquel que me llevaría hacia Barcelona a vivir la que sería una de las más intensas y profundas experiencias de mi vida. Ese vuelo, el 8 de octubre a las 12 de la tarde, ese primer deseo que creemos pasa sólo en películas, me pasó. Encontrar el amor.

De haber sido una mujer que emprendía un viaje sola, me convertí desde el momento en que lo conocí en una mujer acompañada en mente, alma y espíritu por su esencia y enseñanza. Conocí a ese hombre, que me arrebató la respiración, quien me hizo creer en el amor a primera vista, con quien viví hermosas historias y de quien hoy afirmo, a pesar de ya no estar conmigo, de los amores de mi vida, es uno de ellos.

Hoy, 10 meses después, siendo 12 de Agosto, me dirigí al aeropuerto del Prat en Barcelona para tomar el vuelo que me confirmaría tengo una extraña relación con el hecho de volar. Los asientos asignados para los 2 vuelos del día: 26 A y 27 L. Mi fijación numerológica me hizo sonreír por pensar que estaban relacionados con mi edad al haber llegado y mi edad al volver, 26 y 27. Las letras las interpreté como A de amor y L de libertad. Sonreí por encontrar magia en esos pequeños detalles aparentemente insignificantes.

Tomé el primer asiento, 26 A. Me instalé y a pesar del cansancio físico y emocional me había propuesto permanecer despierta durante la hora y 15 de vuelo para ver desde las alturas y por última vez el que había sido mi hogar por casi un año. Mi Barcelona.

Me encontraba mirando a la ventana cuando una chica con cara de preocupación y un bebé en brazos me pidió si le podría cambiar de lugar. La pregunta que me salió instintivamente fue: ¿Tu asiento también es ventanilla?

SI, también. Es el asiento 26 F.

OK. No hay problema.

Tomé mi nuevo asiento y me dispuse nuevamente a contemplar por la ventanilla. En breves momentos el avión se comenzó a mover para tomar posición y finalmente dejar de tocar tierras catalanas.

Después de unos minutos mirando la costa con nostalgia caí en cuenta de algo. El salir de Barcelona significa rodear por unos kilómetros la costa, es decir desde los asientos del lado derecho del avión se vería la playa, la costa y las ciudades y del lado izquierdo solamente el azul del mar. Ya estábamos en las alturas cuando comprendí que mi asiento original, el 26 A estaba del lado izquierdo, por lo que no tendría vista hacia la costa; en cambio después de cambiar asiento al 26 F venía sentada del lado derecho del avión y por lo tanto era posible visualizar toda la costa catalana. Ese cambio de asiento que me pidió la chica con su bebé, había sido el regalo para que hoy con toda mi alegría y nostalgia fusionadas pudiera ver por última vez mi ciudad, mis playas, mi hogar. Comprendí que esa A de amor, había sido transformada en una F de felicidad.

Llegamos a nuestro destino y con ello la hora de tomar el siguiente vuelo.

Es una extraña sensación después de haber vivido casi un año rodeada por gente de múltiples nacionalidades encontrarte nuevamente entre tanta gente de tu propio país y sentirte ajena.

Mi asiento 27 L era nuevamente ventanilla al lado de únicamente un asiento, lo cual me alegró ya que no tendría tanta incomodidad para darme mis rondas de estiramiento. Ya instalada, con la maleta de 15 kilos en el compartimiento, muriéndome de calor, de hambre y de sueño llegó un chico que muy tierno me soltó un “Estás en mi asiento”.

- No, mira ( mientras le mostraba mi billete con el 26 L impreso )
- Yo también tengo este ( pero su boleto tenía el número de asiento escrito a mano en tinta azul)
El chico acudió a la azafata para aclarar la confusión. Yo me limité a observar el ir y venir de una y otra no muy seguras de lo que había sucedido. Al cabo de unos minutos la azafata volvió.
- ¿Señorita Morada?
- SI, soy yo.
- Venga conmigo porfavor, la hemos cambiado de asiento. Ahora su asiento será el 6 A, en primera clase.

Ese segundo deseo fílmico o mejor dicho milagro me acababa de suceder.

En el primer vuelo me habían cambiado la A de amor por la F de felicidad, pero ahora de haber comenzado en la L de libertad me estaban devolviendo la A de amor. Si que me traigo algo con los vuelos….

Ahora me encuentro sentada en un siento del tamaño del sillón de mi casa, las posiciones posibles del asiento van desde mover cada parte individual, opción cama y hasta masaje. No traigo a nadie delante porque estoy en la primera fila de la sección lo que me permite levantarme cuantas veces quiera sin necesidad de pedir permiso o de hacer maniobras al pasar. Me han ofrecido cava antes de despegar, aperitivo y nueces. Me han dado el menú y he comido los entrantes, pan caliente con aceite de oliva y atún ahumado con naranja, aceitunas y almendras con ensalada de escarola, después como plato principal dorada con chipirones y butifarra, con ajos tiernos y tirabeques y de postre una tarta deliciosa que mezclada con las 3 copas de vino blanco Fontal 2008 me causaron un efecto somnoliento durante casi 2 horas mientras intentaba ver cómodamente la primera película.

Varias horas han pasado, estoy a 3 de llegar de nuevo a mi México lindo y querido y nos disponemos a comer ensalada de cangrejo, jamón ibérico con espárragos verdes y pollo al vapor con mayonesa de tomate seco; y porque no, una copita mas.

Nunca había viajado en primera clase. Digamos que no había estado a mi alcance y por lo pronto económicamente hablando no lo estará, pero lo que sí está a mi alcance es seguir soñando, creer que la magia existe y que por ende cualquier cosa puede pasar; no existen imposibles.

Esa capacidad de creer, estoy convencida es la que me ha enviado demostraciones intensas mientras me encuentro volando por los cielos.

Esos dos deseos de película se me han cumplido y sonrío agradecida. No hay otra manera posible de sentirme porque lo sigo confirmando soy “Hija de la fortuna”. Ese libro que elegí para comenzar la vida en mi ciudad de sueño: Barcelona, es en realidad la historia de un capítulo de mi vida, que está llegando a ese momento cúspide que muero por vivir. Ese libro no está conmigo, pero deseo pronto lo esté.

Cada vez confirmo con más señales que la magia existe. Que no hay que caminar cuando podemos volar; Que estoy lista. Que debo seguir creyendo y que algo increíblemente espectacular está por llegar.

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