jueves, 3 de septiembre de 2009

Crecer

Una mañana al despertar, finalmente abrimos los ojos, nos miramos al espejo y nos damos cuenta que ya no medimos 1 metro de estatura, que los pantalones que solíamos arrastrar ahora nos quedan de brinca-charcos, que en las fiestas los frutsis han sido substituidos por alcohol, que ya no usamos libretas de doble-raya sino agendas de compromisos, que nuestros juguetes ahora son artefactos para trabajar, que el número que representaba una calificación escolar ahora es la cantidad monetaria atribuida a nuestra capacidad y desempeño laboral, que las dos coletas para ir al colegio se han transformado en un cabello rojo bicolor, que a las dos perlitas discretas en las orejas se le han sumado 8 perforaciones más, que la lonchera llena para el recreo se convirtió en un desayuno a prisa y café a media mañana, que los guarachitos blancos inocentes se han vuelto tacones asesinos, que la paleta de grosella para pintarnos los labios ahora se hace llamar lipstick waterproof tono carmesí; que si reprobábamos podíamos ir a segunda vuelta pero ahora no hay vuelta atrás, que si antes llorábamos lo querríamos hacer en un hombro pero ahora hay veces en que tendremos que hacerlo en soledad, que los exámenes de la escuela han sido substituidos por pruebas de vida, que si antes nos equivocábamos habría alguien para corregirnos pero ahora sólo nosotros tenemos la obligación de retomar el camino, que si nos perdemos en el sendero de la vida es nuestra labor volvernos a encontrar, que aquellos años lejanos en que soñábamos con nuestro futuro se han vuelto presente, que ese presente se ha vuelto un desafío, que los desafíos se transforman en recompensas y que la recompensa a enfrentarse a la imagen propia frente al espejo de la vida es llegar a la cima plenos y felices.

Crecer no es fácil, menos aún cuando estamos totalmente conscientes y miramos con nostalgia todo lo que dejamos atrás incluyéndonos a nosotros mismos; cuando se siente como si esos cambios fueran golpes directos a los órganos mas sensibles del cuerpo, que no hieren pero que si dejan esa sensación punzante y la marca eterna que nos recuerda de donde venimos, lo que fuimos y eso en que nos queremos convertir.

Crecer no es fácil, de hecho duele; duele crecer. Pero es ese tipo de dolor gozable, como el que estamos dispuestos a vivir cada vez que queremos perforar alguna parte de nuestro cuerpo, ese que sentimos cuando queremos perpetuar en el cuerpo la imagen significativa de una experiencia mediante un tatuaje; Duele, pero queremos y necesitamos sentirlo porque sabemos que la sensación posterior a ese dolor será deliciosa, cálida y excitante, como saborear el más dulce de los besos perdidos en la paz nocturna de una noche lluviosa, como escuchar con atrevimiento las escalas menores de un jazz a la luz de las velas, como mirar la luna y las estrellas en un campo rodeado de amapolas, como el sonido tranquilizante de las olas del mar en un atardecer violáceo, como devorar con calma ansiosa un chocolate que pide morir en nuestra boca caliente y deseosa; así se siente, así se siente crecer.

Crecer es experimentar las subidas y bajadas de la montaña rusa de la vida, crecer podría compararse con caer a un abismo y luego salir. Es sólo cuándo tocamos fondo, que descubrimos como se siente el estar al límite del cielo.

Crecer no es fácil, pero es gracias a esas personas mágicas por las que podemos darnos cuenta que cada sacrificio, decisión y lección vale la pena, que el dolor y las lágrimas tienen su recompensa; que los ángeles existen, que el universo conspira a favor de las personas que creemos en su poder y que los guías espirituales aparecen en nuestras vidas cuando menos los pedimos pero cuando mas los necesitamos.

Son esas coordenadas al azar, encuentros inesperados, sucesos inexplicables, historias maravillosas y momentos irrepetibles los que nos abren los ojos y nos gritan con cada palpitar que crecer es la sensación más deliciosa que existe cuando lo hacemos conscientes, decididos y rodeados por nuestras personas amadas… aquellas por las que vale la pena vivir.

De pronto, abro mis ojos, me miro al espejo y caigo en cuenta…

Cuando era pequeña usaba una bolsa de supermercado para hacer mi capa de superman... Hoy sólo tengo que abrir mis alas y comenzar a volar…

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