Te veo y no puedo evitar sentir una revolución dentro de mi
pecho. En mi rostro se dibuja una sonrisa
luminosa cuando admiro maravillada lo mucho que has crecido; todo eso en lo que te has convertido. Has
crecido inmensamente, eres admirable. Si tan sólo fueras capaz de verte a ti mismo, de la forma en la que lo
hago yo.
Eres y seguirás siendo, un regalo maravilloso que me ha
dado el cielo.
No tiene caso intentar convencerme de lo contrario; sería
absurdo pretender sacarme de la cabeza, lo que no puede salir del corazón.
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