lunes, 24 de junio de 2013

AMANTES DE LO AJENO




Después de haber caminado imparable con 31 kilos  sobre las espaldas; mis pies enllagados y el cuello entumecido me suplican por un poco de piedad.

Busco un lugar para reposar unos instantes mi consumido ser pero no encuentro sitio disponible en la ninguna de las bancas de El Born. Las tardes de verano en Barcelona son para respirarse con cada uno de los poros, en las calles, en la playa, en las plazuelas. Me encanta este barrio, su aire bohemio y relajado parece detener el tiempo, se vive algarabía y risas y sin embargo se respira quietud y paz.

Sentarme en la banqueta exigiría doblar mi  ya entumecido cuerpo más de la cuenta y correría el riesgo de desquebrajarme en mil pedazos; quizá podría sólo dejar caer todo mi peso -más el que traigo cargando- para llegar hasta el suelo. Que distante se siente la banqueta.

Exhausta, miro a mi alrededor y la idea más próxima a “sentarme a descansar” significa caminar unos 100 metros más para llegar a la Catedral del mar donde una banca de iglesia podría darme cobijo y alivio. Me dirijo hacia ella. ME QUEDO SIN PALABRAS, el cansancio pareciera haberle dejado de importar a  mi cuerpo, mente y espíritu. QUE MARAVILLA.  

“Las vidrieras orientadas al sol son de colores vivos, rojos, amarillos y verdes, para aprovechar la fuerza de la luz del mediterráneo; las que no lo están son blancas o azules. Y cada hora, a medida que el sol recorre el cielo, el templo va cambiando de color y las piedras reflejan unas u otras tonalidades. Es como una iglesia nueva cada día, cada hora, como si continuamente naciera un nuevo templo, porque aunque la piedra está muerta, el sol está vivo y cada día es diferente; nunca se verán los mismos reflejos”.  (Ildefonso Falcones)

Me encuentro deleiténdome con cada uno de los detalles de este magnífico refugio cuando llama mi atención una especie de emblema labrado en metal. Lo miro con detenimiento y mi mente se revoluciona –o se vuelve loca-, pareciera estar enviándome un mensaje, quizá un mensaje de auxilio. Se trata de un "BASTAIX" aquellos hombres que acarreraron, desde la distante cantera de Montjuic hasta los pies de la iglesia toda la piedra necesaria para la construcción de la misma; y lo hicieron cargando sobre sus espaldas las impresionantes piedras que después serían labradas a pie de obra. El rostro y semblante de esta pequeña imagen labrada en metal parece estar diciéndome algo. Sus ojos están cerrados, su postura es encorvada y el cuello y espalda parecen estar a punto de romperse por llevar a cuestas ese ese gran peso ajeno a ellos -así como yo llevo cargando esta odiosa back pack de 31 kilos sobre mi espalda-. Me quedo perpleja, ese "bastaix" cargando una pesada piedra sobre sus hombros es mi propio reflejo.



Elijo una banca sobre el costado izquierdo justo a media distancia entre la entrada y el altar donde se encuentra la imagen de Santa Maria. Mantengo la imagen del "bastaix" en mi mente, la compare con mi propia imagen y comprendo que mi back pack se vive más pesada que la piedra que el lleva a cuestas. Con un nudo en la garganta me hago consciente que ya no me es posible seguir cargando esos 31 kilos sobre mi espalda, no, si es que algun día pretendo llegar a mi destino; así que con todo el temor que me había impedido soltar mi back pack durante muchos años -31 para ser exactos- la retiro de mi espalda, la coloco sobre mis rodillas y decido valientemente descubrir que es lo trae dentro.

¿ En que momento comencé a  apropiarme de cosas que no eran mías ?
Imagino que desde niña me fui convirtiendo en una pequeña coleccionista de lo ajeno. Observé detenidamente por un largo rato el interior de la back pack hasta que poco a poco y con mucha valentía, fui descubriendo todo lo que estaba ahí dentro y que había venido cargando con ningún objetivo más que el de lastimarme a mi misma.

Me encontré con dudas que acepté como propias cuando aquella persona no fue capaz de creer en si misma. Me encontré con un bajo nivel de confianza que me adjudiqué cuando permití que alguien pasara por encima de mi para lograr su objetivo. Me encontré con la falsa idea de necesitar “huir” para ser libre; con la illusion de que la felicidad estaba relacionada con lo que uno “tiene” afuera y no con lo que “somos por dentro”. Me encontré con los demonios que otras personas depositaron en mi para no enfrentarlos ellos mismos, con los miedos de aquellos que no fueron capaces de encarar y me culparon por no ayudarlos a vencerlos.  Con complejos ajenos, con miedos inexistentes, con temores irreales, con prisiones aparentes, con limitaciones imaginarias… que me había encargado de asumirlos como propios –y por si fuera poco, los venía cargando a cuestas-   ...y luego nos preguntamos cómo ha llegado a nuestro interior tanta lucha, tanto conflicto...

Sentada en esta banca, manteniendo en mi mente el semblante agotado de ese “bastaix” he ido sacando uno a uno todo aquello que no me corresponde y se los he ido regresando a cada de las personas a quienes realmente pertenecen. No son míos, no los quiero, no los necesito, no tengo porque seguir cargando con ellos.

¿ Por qué sera que los seres humanos nos empeñamos en convertirnos en Amantes de lo ajeno?  ¿y además de apropiárnoslo y optar por traerlo cargando a cuestas? Tan rico que es caminar los senderos de la vida con nada sobre las espaldas más que los sueños y las ganas de creer en imposibles.

No soy más una amante de lo ajeno y no tengo miedo de haberme quedado con una back pack vacía porque en el momento en que nos damos cuenta que no tenemos nada propio, en ese mismo la luz de nuestra propia sabiduría empezará a aflorar de nuestro interior.

No soy más una amante de lo ajeno. Hoy me siento  “con la mirada perdida en el horizonte y el espíritu bailando con la mar”





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